Poesía: arte y cultura de un arte soñado
Por Rafael de Cozar
Buena parte de la dedicación artística es en esencia utópica, pues parte, como señaló Baudelaire, de la base de la destrucción de la realidad para construir otra, es decir, reescribir el mundo, pero también hay líneas estéticas cuya base es contar el mundo, anotarlo, describirlo. Entre esas dos líneas de fuerza se mueve la mayoría de la producción artística, desde la ortodoxia a la heterodoxia, desde el realismo a las vanguardias. En todo caso, como ficción, el arte es, frente a la historia, una mentira, un mundo soñado, no sucedido y, a menudo, imposible de suceder.
Si elimináramos de la historia del arte todo aquello cuya motivación no fue esencialmente artística, es decir, el arte como ilustración de las ideas morales, religiosas, ideológicas, el “deleitar aprovechando”, la función pedagógica, etc, nos quedaríamos con un museo muy reducido, del mismo modo que el arte del paleolítico y el neolítico nada tuvo que ver con el arte, sino con el rito, la magia y la “religión”.
Veinticinco años de Devenir
Por Miguel Florián
Me siento un poeta “de” Devenir. Seguramente, de no haber sido por el interés que Juan Pastor mostró hace 16 ó 17 años por el poemario inédito Los mares, las memorias, la poesía se hubiera perdido para mí. Yo ya era talludito y desconfiaba de mis poemas. Aunque escribía desde los 16 años sólo había publicado algunos pocos en revistas (Fin de siglo, Contemporáneos…). Recuerdo cómo Juan me telefoneaba insistiendo en que debía publicarlo, ya fuera en Devenir, ya fuera en otra parte. Se publicó en Devenir y aún le agradezco la confianza que entonces depositó en mía. Gracias de nuevo, Juan.
Devenir cumple 25 años y ello se debe al tesón, al enorme esfuerzo realizado por Juan. Esfuerzo, por otra parte, bastante desinteresado.
Veiticinco akos después
Por Luis Alberto de Cuenca
Se dice pronto: veinticinco años. Yo tenía la edad en que murió Cristo cuando mi amigo Juan Pastor comenzó a publicar en Barcelona su colección Devenir. Ahora tengo cincuenta y ocho, y se me antoja raro haber sido joven alguna vez. No sé cómo Juan dio con mi dirección postal. Pero empecé a recibir puntualmente los primeros libros de la serie en mi casa madrileña de Don Ramón de la Cruz, donde aún los recibo hoy día, cuando ya Devenirha superado la cifra -asombrosa para una colección de poesía- de los dos centenares de libros publicados. Tras el cuarto de siglo transcurrido, Devenir sigue teniendo, en lo que concierne al diseño, el mismo aire de familia con que nació. Aún recuerdo con delectación y cariño aquella edición de los sonetos de don Gabriel Bocángel a cargo de Esther Bartolomé. Acababa yo de dar a las prensas una antología de Bocángel en Editora Nacional, dentro de la preciosa colección de poesía que dirigía por aquel entonces mi llorado amigo Gonzalo Armero, y no pudo, por tanto, pasar desapercibida a mis ojos la estupenda edición de Esther.