Álvaro Valverde, nos ha escrito sobre el libro: García Mera podría hacer suyos los versos de Sophia de Mello Breyner Andresen: Escrevo para entender a mim mesmo. De raíz meditativa, su poesía atiende a la humildad y la lentitud. Sus versos se inspiran en la naturaleza y, desde la contemplación, construye metáforas cargadas de belleza y verdad: «El poema es una majada /donde se refugia el sol de los rebaños». Es alguien a la busca de «un mundo limpio», el que se atisba a través de este lenguaje deliberadamente intemporal, de resonancias clásicas, que indaga en el «misterio de lo humano». «Para evitar la demasía de las palabras / vivo adentro», precisa. Aspira a «Quedarse en uno mismo, / sentarse ante la mesa /que el silencio dispone». Introspectivos y lúcidos («Somos Ícaros abrasados por el idioma de la luz»), gracias a un ritmo que revela su formación musical, estos fragmentos de un único, extenso poema, se ajustan a lo expresado por la poeta portuguesa: Digo para ver.
Basilio Sánchez, nos ha escrito sobre el libro: La poesía de Carlos García Mera es la palabra del retorno, la de la vuelta a la casa del origen. A ese mundo esencial que conforman la naturaleza y las manifestaciones cotidianas de la vida sencilla. Un lugar que es también el de la desmemoria, el de las pérdidas, el de las raíces que se aprietan contra la tierra para ofrecernos el tallo de la ternura y de la compasión. La vida del recuerdo es la vida del silencio, la de la claridad que vive dentro de lo invisible, la que nos dice de otro modo. En medio de una noche que sólo habla con el lenguaje de la noche, la escritura es la herida del afecto, el espacio en el que la semilla de lo insignificante se abre al milagro de lo que somos, de lo que nos rodea. Una forma de entrega que perdura en el granero fértil de los días para ensancharnos el horizonte con el idioma limpio de la luz.